jueves, 29 de enero de 2009

viaje a una felicidad de casi dos horas


Aquella tarde tenia ganas de verla otra vez… todos los días escuchaba resonar su voz de sirena épica de las antiguas Antillas en el eco imaginario de su entorno natural, esa voz era traída ò tal vez arrastrada contra su voluntad por los vientos alisios de Sur a Norte y a pesar de los doscientos kilómetros de distancia no se perdía en el camino ni la mística ni la gracia de su sonrisa medicinal de ave celestial.
Resolvió visitarla para calmar la ansiedad de corazón y evitar la agonía de alma, y partió al Sur con destino a su felicidad planificada solo al lado de ella…
Llego de noche sin más estrellas que de ella, sus ojos de almendras maduras de otoño, su pelo rizado en forma de convolutas helicoidales como escaleras de almas católicas destinadas al cielo, sus labios finos de cerezas amazónicas, mirada tierna y piel aderezada por el sol y la brisa humeante de su amada Tumbes; sus botas de piel zorro de fantasía hacían una combinación perfecta con su abrigo de hilos de camélido marrón claro, un pantalón azul ceñido y una blusa blanca con gráficos que tal vez solo ella pueda entender. Estaba acompañada de un ángel vestida de granate en su totalidad, tan linda y pura como su alma, de mirada calida y belleza irreparable, con la inocencia de una niña pero con porte y pensar de toda una mujer. Solo ella podía hablar con el ángel en un lenguaje tan milenario como el Sánscrito y complicado (almenos para él) como el Mandarín antiguo de aquellas culturas orientales ya desaparecidas por la segunda guerra mundial y había sido recurso indispensable de los enamorados prohibidos de las épocas coloniales; el no entendía la señas pero algo asumía por los gestos faciales de ella.
La coyuntura del estado de ánimo le permitió estar con ella (y el ángel) en casi dos horas de felicidad y compartieron además de cuentos de la vida de cada uno en una realidad distinta, un recuerdo común y la sonrisa de consuelo de aquella vivencia un tanto dolorosa hasta en el hecho de evocar aquella noche de ilusión infinita manchada con desgracia y la marca de la frente de él no fue tan profunda como la grabada para toda la vida en el corazón de ella.
En las conversaciones de remota telepatía se acodaron alguna vez que él le debía casi un millón de besos, los cuales ella alguna vez los pidió y esta vez el quería pagárselo todos en una noche pero se limito a mirarla, escucharla y amarla en secreto, tan secreto como los casi 25 suspiros desahuciados antes de nacer que el arrojo en su delirio de amor en aquella noche frente a ella.
Se despidió con un abrazo y medio beso en la mejilla y ofreció verla en la parte norte de un país con esperanzas interminables y realidades incompletas; y así conocer algo de su cultura natural y verla correr de niña por las calles que la vieron crecer en recuerdos inventados por el; y regreso a su realidad solitaria y soñadora con aspiraciones de amor interminable al lado de ella…

miércoles, 28 de enero de 2009

Tarde de decepción



...en la tarde de inevitable melancolía nos apartamos del mundo y caminamos por la arena aun tibia de aquella playa de esperanzador atardecer, compartimos la incertidumbre de un pasado doloroso y un futuro incierto con aires de felicidad, la brisa con calor exacto transportaba el son de una canción romántica de alguna filarmónica la cual nos dedicaba una canción en secreto, las gaviotas invisibles hacían una danza sincronizada en el aire formando en sus figuras su nombre y el mió como pronostico de felicidad, el agua del mar salía con fuerza imperceptible empujándola sin ella sentirlo hasta mi lado...
jugamos a ser amigos, confidentes y tal vez en un sueño común jugamos a ser amantes desde el alma hasta la eterna desesperanza, celebrábamos la muerte del día y a la vez de la amistad con la luz intermitente de un cigarrillo y la oscuridad opacaba mis esperanzas de ser feliz a su lado; ella se vía tan hermosa así como la vio su madre el día que nació con su pelo negro como mi destino sin ella en mi vida, labios de cereza, mejillas de pétalos de rosas rosadas y su mirada... su mirada era así como debe ser la de los ángeles de un paraíso católico, sus ojos brillaban sin la luz de la luna en ellos; le obsequie una rosa en forma de propuesta amorosa para compartir en un futuro no muy lejano su vida a mi lado y le ofrecí mi mano como apoyo para todo el resto de una vida que no compartiremos por la negativa de sus expresiones...

Los enamorados que nunca se vieron.



Se conocieron en sueños de un viaje al infinito, se amaron eternamente pero nunca se vieron, ella amaba el eco de sus palabras que sonaban en el recuerdo de lo no vivido, ella paseaba de la mano con el por la plaza de la ciudad, veían el atardecer; el mismo atardecer, disfrutaban en primera fila la muerte del día para ver y sentir el nacimiento de sus paciones nocturnas, se fundían en uno solo por el calor del placer y del amor. Por las mañanas ella despertaba en la soledad de una tibia cama vacía y ella creía siempre que el regresaría con transcurrir del día y el regresaba al medio día como todos los días para almorzar juntos tomados de la mano alimentándose el uno al otro; de postre se daban un beso con sabor a caramelo fresa y la cuenta a pagar por el almuerzo era un abrazo con forma de edén pero frió como el hielo. El salía con un adiós en la mano derecha y le regalaba un beso al aire en dirección a ella con la mano izquierda, ella lo recibía con el corazón y lo guardaba en lo más profundo del alma. Algunas tardes llegaban algunas cartas para ella, eran de el; poemas, aventuras, fotos de el con otras personas las cuales ella ya conocía, pero las conocía de fotos anteriores, eran amigos y amigas de el y ella los sentía parte de su vida, el remitente era siempre desconocido y ella sonreía con las locuras y detalles de amor que el siempre le mandaba y al llegar el, el siempre le preguntaba “¿te llego mi carta?” y ella era feliz para siempre. Ella nunca leyó una carta con el, el se las leía a ella, ella cerraba los ojos y moría de amor escuchando sus palabras que producían un eco imaginario.
Una tarde de otoño, un día de aniversario cuando la naturaleza lloraba hojas secas, ella salio de su esquizofrenia y entro en la eterna soledad, el no existía en “Madre de Dios”, el era un, solo un triste recuerdo de amistad tímida en una noche de despedidas para toda la vida en lo alto de un balcón cuando ella miraba la luna y el la miraba a ella.
Ella estaba confundida, lloraba desesperada al tener recuerdos de una vida real y recuerdos inventados por su imperiosa necesidad de amar, lo único que ella tenia de el eran algunas porquerías sin valor alguno y que ella no usaba. Los separaban 44 horas de distancia. Ella se había acostumbrado al sonido de su voz cada vez que una canción sonaba en su cartera, la cual siempre estaba llena esperanzas y a través de una cajita le decía que la amaba; pero supo entender que no podía vivir de recuerdos inventados, una voz lejana en la mente y esperanzas vanas (ella pensaba así), pues se hacia daño y a el también.
El por su parte todos los segundos de su vida desde que la conoció pensaba en ella, todos los días le regalaba un “Te Amo” al aire con dirección a ella con la esperanza estúpida de que ella lo escuche, pero el viento nunca tiene ruta fija.
Siempre le enviaba cartas llenas de poemas, aventuras inventadas, fotos con sus amigos y el remitente era su dirección particular.
En la tarde de otoño, el día del segundo aniversario, el sufrió un desmayo en pronostico de desgracia y se despertó en la eterna pesadilla de una noche sin fin, descubrió la esquizofrenia de la cual ella había despertado y se sintió desesperado por las desiciones que ella había tomado, el estaba a punto de presenciar como toda maqueta de su vida al lado de ella se desarmaba y rompía en pedazos al igual que su corazón.
Ella dijo ayer que a su mente habían regresado recuerdos reales de un amor pasado y le dijo en llanto que ella lo quería a su lado y que necesitaba no pensar, pero necesitaba poner en claro sus ideas, el espera con un ultimo respiro la decisión de ella, pero lo mas seguro es que ella lo deje y sufra de soledad y el muera de amor…

De mirada calida





De mirada calida, sonrisa nerviosa, mejillas de algodón de azúcar, labios de manzana acaramelada, pelo color pecado, manos de nubes blancas y cuerpo en forma de deseo.
La extraño, nunca la eh tocado pero extraño sus caricias, nunca la eh escuchado y extraño su canto por las mañanas de verano, un canto para despertarme de su lado aun que nunca dormí con ella. Extraño verla caminar a la luz de la luna con su camisón de seda que se confunde con su piel en aquellas caricias de amor infinito que nunca le di; su aroma viene a mi como un recuerdo de lo no vivido, de la utopia de tenerla sin haberla conocido, de amarla sin poder sentirla y morir de amor al son de una quimera por aquella (como diría sabina), posiblemente no la mas bella pero mas guapa que cualquiera, en un mundo para dos, donde uno llora por no tener recuerdos y ella sonríe por aun no conocerlo.
De dimensiones distintas, no puede verla pero cuando pasa junto a el, el respira profundo y el aire va a sus pulmones y el aroma de ella a su corazón.

De caminar lento, sonrisa melancólica, de mirada sin esperanzas, de mente cansada por recuerdos inventados, zapatos desgastados por una búsqueda vana, siempre lleva los bolsillos llenos de agujeros por donde se escurrió la esperanza que en ellos un día guardo.
Con el alma de hierro, zapatos sin suela y el corazón de algodón sigue dando vueltas por donde cree encontrarla y se sigue alimentado de su perfume natural que al igual que a ella… nunca podrá tocar.
Muere en la desesperación de no verla envejecer, de no verla dormir, de regar pétalos de rosa por la calle para dejar rastro del camino a su amor; rastro que se lleva el viento arrancándole de las entrañas las ganas de vivir.

Decidió darse un descanso eterno, una eutanasia y morir de amor a sus 23, pidió que lo cremen en la indiferencia de la gente y que sus cenizas fueran arrojadas al aire donde solía percibir su aroma para que así se haga uno solo con el, para poder estar junto a su recuerdo no vivido